martes, 15 de marzo de 2011

El Nombre de la Rosa

En el verano del año 1983, el que suscribe se presentaba al examen de selectividad para acceder a la Universidad. No hagáis más cálculos mentales: tengo 45 palos (¿pasa algo?), aunque no los aparento en absoluto dado mi juvenil aspecto. Bueno, al grano, en ese examen había una parte de análisis y comentario de una conferencia que impartía un catedrático. Así, a palo seco. Sin grabadora, mp3, ni por supuesto teléfono móvil. Lo más parecido a un mp3 era una grabadora portátil parecida al ladrillo y con peso quizá superior con los famosos botones "REW", "FF" y por supuesto el de "REC" y "PLAY". En cuanto al teléfono móvil, quizás alguno con el cable enroscado largo, pero nada más.

El caso es que la conferencia versaba sobre un libro que se había publicado recientemente en España: "El Nombre de la Rosa". Recuerdo que la conferencia me impactó de lleno. Desde ese momento, me prometí leerlo cuanto antes. Cuando finalmente tuve el libro entre mis manos, lo acariciaba como si fuera el pergamino original: lo leí con pasión. Actualmente lo estoy leyendo de nuevo y por eso, me he decidido a escribir estas letras.

No os voy a decir nada nuevo. Este libro es un clásico. A partir de su publicación, se puso de moda la novela histórica de investigación de crímenes que aún perdura en alguna medida. Muchos intentan copiarla. Algunos, quizá la superen, otros la igualan y otros muchos no le llegan ni al zapato. Pero lo que sí es cierto es que esta novela plantea de forma sencilla e interesante algunos de los temás filosóficos de la época que, como todos los de la historia de la filosofía, están vigentes (a pesar de la LOGSE). En este caso, por ejemplo, nos habla del problema de los conceptos "universales" . Cuando nombramos un concepto genérico como "gato", ¿qué hay en la realidad que se corresponda con ese concepto? ¿Existe de verdad algo que sea "gato" a lo cual nombramos? No podemos olvidar que Umberto Eco es semiólogo (especialista en signos, resumiendo) y se refleja este interés en su obra. Volviendo al ejemplo, podemos preguntarnos ¿qué es lo que tiene ese animal individual que nos permita clasificarlo dentro del nombre "gato"? Si le quitáramos las patas, los bigotes o las orejas ¿podríamos seguir considerándolo como "gato"? ¿Cuándo dejaría de serlo?

Todo esto tiene importancia porque dentro del método científico es relevante la definición de conceptos y la clasificación. ¿Qué es lo que quería decir Newton con el concepto "masa"? ¿Qué hay en la realidad que se corresponda con el concepto "fuerza de la gravedad"? Si os fijáis bien, se están manejando palabras, nombres, signos que pueden corresponderse, o no, con objetos reales. Hay episodios reveladores de esta cuestión en la misma novela. La existencia del "unicornio" es un problema para Adso. Todo el mundo habla de él, pero ¿lo ha visto alguien? Las palabras son signos de los signos (ideas de nuestra mente), pero nada nos obliga a suponer que haya algo en la realidad que se corresponda con esas ideas de la mente. Sin embargo, el sabio maestro de Adso (buen conocedor del nominalismo de Ockham y que también se llama Guillermo como él) le sugiere la posibilidad de que haya algo en la realidad que deja rastro en el lenguaje. De hecho algunas personas han jurado ver a algún unicornio en sus viajes por África. Ahora podemos entender que esos viajeros quizás hayan visto a algún rinoceronte, totalmente desconocido para la mayoría de los subditos medievales...

Especialmente interesante es el asunto de las herejías. Si los dulcinianos eran un movimiento hereje, podrían serlo los franciscanos quienes tenían un planteamiento muy similar al igual que muchas de las "herejías " que surgieron en ese momento que postulaban la pobreza como ideal de vida. Es decir, realidades prácticamente idénticas nombradas de forma distinta. En muchos casos el bien y el mal solo podían distinguirse por el mero nombre. Nada más. ¿En qué se diferencia el extasis de un martir ortodoxo del dulciniano que arde en la hoguera? Las bromas de San Lorenzo cuando estaba en la parrilla ("dame la vuelta que ya estoy tostado por esta") ¿en qué se distinguen del estoicismo de Dulcino que tambíen fue chamuscado vilmente? Solo una palabra, un nombre, un "flatus vocis" (un pedo, con perdon)

Cuando la amada de Adso, va a sufrir un castigo (no cuento más...) , este joven novicio ni siquiera puede consolarse citando su nombre porque lo desconoce. Los nombres también pueden ser una forma de posesión o de joya que nos adorna y que no por dárselo a otra persona lo perdemos. Más bien al contrario, cuanto más lo demos, más nos enriquece a nosotros y a quien nos lo recibe.

Adso

1 comentario:

  1. Mi querido Adso, parece que tienes 17, de lo bien conservado que estás. Y a ti te habrá pasado que no recordabas el nombre de esa chica con la que bailaste "When you're in love with a beatiful woman" en la pista de la disco la noche anterior. El nombre de la rosa, o el de esa chica, no importan. Lo importante es la belleza y el amor. Lo único, mi discípulo, que habría que quemar en la hoguera es la intransigencia.

    Se feliz y guárdate de los inquisidores, como te digo siempre.

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