miércoles, 25 de abril de 2012

Top Secret


Me he leído las obras completas de John Le Carré. Y me he visto enteritas todas las películas de James Bond, 007, lo que, por otra parte, me ha provocado un calentón terrible, que hay que joderse como están las espías. Solventado ese tema, y permítanme que no explique como, he iniciado mi transformación. Me he puesto un esmoquin, una gabardina, un sombrero panamá, unas botas katiuskas y una bufanda de mi bienamado Atlético de Madrid. Gafas de sol y, para hacer aún más difícil mi identificación, encima de unas de bucear que me ha dejado Galindo.

Salgo al portal y compruebo que en las esquinas no hay nadie vigilando. Camino, no sin dificultad, hasta el garito. El local es oscuro y detrás del cristal un tipo malencarado me mira con ojillos nerviosos. Como me conoce, sólo le hago un gesto y deposito los cinco pavos en el mostrador. Me pasa la mercancía y salgo de allí lo más rápido que puedo, que las malditas botas de goma son de mi amigo Alberto, el que era alero del Cajamadrid, y me están rozando las ingles y los 34 grados de temperatura tampoco ayudan mucho. Sudo como un pollo.

Recorro con la mirada toda la calle. Parece que nadie me observa. Camino despacio y para disimular voy silbando el wakawaka a todo pulmón. Como en la canción de Rubén Blades, un carro pasa muy despacito por la avenida, y aunque no tiene marcas todos sabemos que es policía. Me subo las solapas de la gabardina y me acochino en un portal. Si hubiese habido alguna señorita, la habría besado, con la excusa de que es lo que hacen los fugitivos en todas las películas, pero el portero de la finca, un cincuentón con un mono azul, no me ha parecido apropiado.

El patrullero pasa de largo y me dirijo al Parque del Oeste, porque tiene algunas zonas solitarias ideales para mi propósito. Me coloco la bufanda como si fuese un pañuelo, aún a costa de arrugar las alas del panamá, para desfigurar aún más mis rasgos. En un pequeño claro diviso un banco. Oteo los alrededores. Estoy sólo. Me siento.

Me transpiran las manos, bueno, y los pies, y otras cosas que no son del caso, y ya no sé si es ansiedad o que me voy a deshidratar. Los dedos se me vuelven sarmientos y manipulo tembloroso el paquete. Al final lo consigo…

Sacó un cigarrillo y lo enciendo con avidez…Esa bocanada de humo… Estoy a punto de llorar y de llegar al orgasmo a la vez. ¡Qué calada!

Noto los golpecitos en el hombro, giró la cabeza y me encuentro cara a cara con el policía. El placer me ha hecho descuidar las precauciones.

-          Buenas tardes…Documentación…
-          Buenas tardes….

Le entrego el dni.

-          ¿Sería tan amable de descubrirse la cara?
-          Cómo no…

Comprueba las facciones borrosas de mi cara con las facciones borrosas de la foto.

-          Lo siento, pero voy a tener que denunciarle…
-          Pero si estoy aquí sólo…
-          Ya, pero está a menos de 10 kilómetros de un Centro Escolar y hay constancia de que una vez, aunque hace ya más de tres años, se celebró aquí una fiesta de cumpleaños a la que asistieron niños. Y seguro que el humo perjudica los asentamientos de somormujos autóctonos de la zona.
-          Yo no he visto un somormujo en mi vida…
-          Ni yo, ni nadie, pero dicen los ecologistas que podrían llegar a venir, así que…

Me voy para casa sin tabaco, que me lo han decomisado y lo han metido en una bolsa de esas de las pruebas que usan en CSI y sin trescientos euros de multa que me han sacudido. Si pillo a la ministra esa de la ley antitabaco….

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