sábado, 2 de junio de 2012

Sábado, 2 de junio de 2012


 
"El hombre razonable se adapta al mundo. El irracional insiste en tratar de lograr que el mundo se adapte a él. Por consiguiente, todo progreso depende de los hombres irracionales."

George Bernard Shaw (1856-1950)

 

Escritor de origen irlandés, considerado el autor teatral más significativo de la literatura británica posterior a Shakespeare. Además de ser un prolífico autor teatral, escribió más de 50 obras, fue el más incisivo crítico social y el mejor crítico teatral y musical de su generación. Fue asimismo uno de los más destacados autores de cartas de la literatura universal. Místico y visionario, hombre tímido, introspectivo y discretamente generoso, Shaw era, al mismo tiempo, la antítesis del romántico, en su papel de despiadado crítico irreverente con las instituciones. Aderezando hasta sus trabajos más serios con un sutil sentido del humor, consiguió convertir en interesantes obras teatrales, animadas por epigramas y diálogos vivaces, lo que en manos de otros autores hubieran sido estudios sobre los más distintos temas sociales. Nació el 26 de julio de 1856 en Dublín. Su poco pragmático padre, un comerciante con escaso éxito económico, pertenecía a la burguesía protestante de Irlanda. El joven asistió a escuelas tanto católicas como protestantes y, comenzó a trabajar a los 16 años, por lo que hubo de completar su educación de un modo autodidacta. Cuando el matrimonio de sus padres se disolvió, su madre y sus hermanas se marcharon a vivir a Londres, donde él se les unió en 1876.

La siguiente década de su vida estuvo marcada por una pobreza rayana en la miseria. Ni las críticas de música ni el trabajo que consiguió en una compañía telefónica, le duraron mucho, y sólo pudo publicar dos de las cinco novelas que había escrito entre 1879 y 1883.  El trabajo periodístico que llevó a cabo durante sus primeros años comprendía desde la crítica literaria y artística hasta brillantes colaboraciones sobre temas musicales (en las cuales defendía con pasión las obras del compositor alemán Richard Wagner), que firmó, entre 1888 y 1890, con el seudónimo de Corno di Bassetto y, más adelante, con sus propias iniciales. Más tarde, en 1895, comenzó a trabajar para la Saturday Review como crítico teatral, ocupación que mantuvo hasta 1898, y desde la cual defendió la obra del autor teatral noruego Henrik Ibsen, sobre el que ya había escrito un libro, Las quintaesencias (1891).

La primera obra teatral de Shaw, Casa de viudas (1892), combinaba las influencias de Ibsen con una ácida burla de las convenciones del romanticismo, que aún estaban siendo explotadas en el teatro inglés.  En La comandante Bárbara  y El dilema del doctor (1906), el autor irlandés continuó mostrando, a través de la comedia, la complicidad de la sociedad con sus propios males y defectos.  Con las obras que siguieron a estas Llegando a casarse (1908), Matrimonio desigual (1910) y La primera obra de Fanny (1911), Shaw comenzó a acercarse a lo que podría llamarse la farsa seria, una comedia intelectual con su habitual torrente de diálogos, pero en la que introdujo elementos no realísticos, que explotaría por completo más adelante.  Su pieza cómica Pigmalión (1913), que se presenta como una "alta comedia" divertida e ingeniosa, fue escrita como introducción didáctica a la fonética, pero en realidad trata del amor y contiene numerosos elementos de crítica social, como la explotación de un ser humano por parte de otro. Mientras Pigmalión fue una obra repleta de entusiasmo, la que le siguió era, en la misma medida, pesimista y desolada. En efecto, La casa de las penas (1919), una descarnada exposición de la ruina espiritual de la Europa de su tiempo, refleja las consecuencias que sobre el clima intelectual de Occidente tuvo la I Guerra Mundial (1914-1918). Por su obra Santa Juana (1923), en la que convirtió a Juana de Arco en una mezcla de mística pragmática y santa hereje, el autor irlandés recibió en 1925 el Premio Nobel de Literatura.

Shaw murió el 2 de noviembre de 1950 en su casa de campo de Ayot St. Lawrence. Hasta sus últimos días, continuó escribiendo brillantes prefacios a sus propias obras teatrales e inundando a sus editores con libros, artículos y cartas malhumoradas.

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