lunes, 18 de febrero de 2013

Paisajes desde el tren 2- Contrastes


Estoy esperando el tren sentado en aquel banco protestón. No debería salir tan pronto de casa, porque hoy me ha sobrado mucho tiempo y hace frío, tanto que, cosa rara, ha vuelto a nevar en Madrid. Intento leer, pero este frío me tiene tan atontado que el libro no me dice nada, decido guardarlo en la mochila hasta que recupere la voz.

Para un tren en mi vía, pero no es el mío; se trata de un cercanías de dos pisos, lo miro de frente y veo un chico más bien bajito, con gafas, entradas, el pelo muy corto y muy abrigado, que me observa desde la ventanilla con curiosidad. Tardo unos instantes en darme cuenta que soy yo. Bueno, no soy yo, yo soy el que está sentado en el banco..., el que me mira desde la ventanilla del tren es mi reflejo, ¿por qué me mirará? El tren se va y se lleva mi reflejo a un destino distinto del mío, cuando le vea mañana le pediré que me cuente lo que ha hecho mientras hemos estado separados ...

Por fin llega mi tren. Es otro tren de dos pisos, decido subir la pequeña escalera que me lleva al piso superior para así parecer más alto. Desde aquí se ve todo mejor, a mi izquierda un solar plano preparado para ser construido, con las calles trazadas y las farolas puestas. En un lado del solar y hacia el fondo, se eleva una colina de la que sale humo. El paisaje discurre hacia atrás y cruzamos por encima de varias autopistas, veo a mi derecha la M30 colapsada en los dos sentidos, a la izquierda las vías se multiplican por arte de magia y se cruzan unas con otras; algunas se separan trazando una gran curva antes de llegar a la estación y se pierden en el horizonte, otra se desvía a un lado y se mete en un túnel que pasa por debajo de nuestro tren, varias llevan a vías muertas preparadas para una frenada de emergencia...

Dentro del tren una chica muy guapa charla animadamente con una muy fea. Un señor gordo duerme al lado de una chica muy flaca que va oyendo música. Un chico que apesta a perfume y otro que no conoce el jabón pasan a mi lado y se sientan en la parte de atrás. Una señora mayor lleva una maleta llena de objetos, un hombre con aspecto de árabe sólo lleva en su cara los recuerdos. Una persona solitaria y pensativa lleva la sonrisa puesta, otra persona solitaria y pensativa lleva la mala leche a cuestas. Una bella chica negra está sentada al lado de un cuarentón rubio de ojos claros...

Me quedo dormido unos instantes y, cuando despierto, estamos llegando a la estación de Pitis. Una carretera va paralela a la vía del tren a gran altura sobre una loma. A la izquierda, una ciudad de chabolas y, detrás de ellas, un bosque de adosados formando parte del mismo paisaje. El contraste llama la atención, y más al observar que varios hombres de mísero aspecto buscan entre una montaña de escombros algo para sobrevivir a su miseria. ¿Qué pensarán los de los adosados al ver las chabolas? ¿Qué pensarán los chabolistas al ver los adosados? ¿Pueden estar tan cerca y a la vez tan lejos los que viven y los que sólo sobreviven?

Se me antoja como una metáfora de la vida, en la que cada cosa tiene sentido sólo por la existencia de su contraste, es el contraste lo que sostiene el mundo. No existe el blanco sin el negro, la cara sin la cruz, el amor sin el desamor, la vida sin la muerte, la bondad sin la maldad, el futuro sin el pasado...

 Eduardo Martínez Sotillos

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Licencia Creative Commons
La siguiente la pago yo por Rick, Diógenes de Sinope y Albert se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported.