La Sra. X es
enorme, casi tremenda, casi planetaria, diríase que casi es un agujero negro.
Pero no es de extrañar, teniendo en cuenta que tiene la misma cantidad ingente
de hijos que los decimales del número Pi. Y es que la maternidad siempre ha
sido cosa de matemáticas para ella. La Sra., llamémosla ahora Pi, siempre ha
tenido afán de notoriedad, por eso, pensó que teniendo una descendencia elevada
también se elevarían las posibilidades de tener algún vástago notable o incluso,
hasta sobresaliente. Tal vez, por ejemplo, alguna de sus hijas fuera la primera
mujer en el mundo que quisiera ser padre y no madre como ella.
Pero no todo
son ventajas. Una turbamulta semejante de hijos también trae asociados sus
inconvenientes. Y es que a veces la Sra., llámese Y, no reconoce a todos sus retoños, sobre todo
a los de en medio, porque se le olvidan sus caras y sus correspondientes
cifras. Y claro siendo así, los relega a la condición de huérfanos momentáneos.
Al menos mientras va en busca del teléfono para llamar a un Asistente Social
cualquiera para que se ocupe del tema. Y es que ya se sabe que a la hora de
ayudar cualquiera viene bien. Pero para
fortuna de los hijos olvidados, mientras busca el teléfono entre tanto niño, a la Sra. llámese A, se le
olvida qué es lo que buscaba y todo sigue como siempre.
Lo más
entretenido del día es sacar a toda la colonia de niños a merendar al parque.
Por eso, la Sra. llámese B, alquila un autobús de dos plantas y amontona metódicamente por colores a sus críos. Y
también alquila un tráiler para trasladar las meriendas de sus vástagos. Si algún niño pierde la merienda a manos de
otro hermano más glotón, puede darse por desnutrido porque en la colonia nunca
se repite. Y si alguno pierde un zapato puede darse por descalzo. En alguna
ocasión, algún biólogo novato, a lo lejos, ha creído estar vislumbrando una
colonia de pingüinos en pleno corazón de la ciudad, hasta que al acercarse
raudo y veloz para investigar, escucha
hablar a la Sra. Pi, haciendo que se esfume su delirio. Y es que ya se sabe que
es sospechoso que un pingüino adulto hable.
En la colonia
la vida es complicada, pero la Sra.,
llámese C, siempre encuentra una solución. Cose en las ropas de sus
niños el número al que corresponden y los acuesta por orden. Y si alguna vez
sobra alguno, porque algún niño ajeno se ha colado en la colonia y ha sido dado
por perdido por sus padres, pues la Sra., llámese D, le cose un número negativo
y las cuentas siempre cuadran. Y es que aunque la Sra., llámese E, siempre
quiso estudiar letras, este año ha sido propuesta para un Nobel, no por ser la
madre más prolífica del mundo, sino por su capacidad innata para las
matemáticas.
Yo, dícese X.
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