jueves, 25 de abril de 2013

La madre de las matemáticas


La Sra. X es enorme, casi tremenda, casi planetaria, diríase que casi es un agujero negro. Pero no es de extrañar, teniendo en cuenta que tiene la misma cantidad ingente de hijos que los decimales del número Pi. Y es que la maternidad siempre ha sido cosa de matemáticas para ella. La Sra., llamémosla ahora Pi, siempre ha tenido afán de notoriedad, por eso, pensó que teniendo una descendencia elevada también se elevarían las posibilidades de tener algún vástago notable o incluso, hasta sobresaliente. Tal vez, por ejemplo, alguna de sus hijas fuera la primera mujer en el mundo que quisiera ser padre y no madre como ella.
Pero no todo son ventajas. Una turbamulta semejante de hijos también trae asociados sus inconvenientes. Y es que a veces la Sra., llámese  Y, no reconoce a todos sus retoños, sobre todo a los de en medio, porque se le olvidan sus caras y sus correspondientes cifras. Y claro siendo así, los relega a la condición de huérfanos momentáneos. Al menos mientras va en busca del teléfono para llamar a un Asistente Social cualquiera para que se ocupe del tema. Y es que ya se sabe que a la hora de ayudar  cualquiera viene bien. Pero para fortuna de los hijos olvidados, mientras busca el teléfono  entre tanto niño, a la Sra. llámese A, se le olvida qué es lo que buscaba y todo sigue como siempre.
Lo más entretenido del día es sacar a toda la colonia de niños a merendar al parque. Por eso, la Sra. llámese B, alquila un autobús de dos plantas y amontona  metódicamente por colores a sus críos. Y también alquila un tráiler para trasladar las meriendas de sus vástagos.  Si algún niño pierde la merienda a manos de otro hermano más glotón, puede darse por desnutrido porque en la colonia nunca se repite. Y si alguno pierde un zapato puede darse por descalzo. En alguna ocasión, algún biólogo novato, a lo lejos, ha creído estar vislumbrando una colonia de pingüinos en pleno corazón de la ciudad, hasta que al acercarse raudo y veloz para investigar,  escucha hablar a la Sra. Pi, haciendo que se esfume su delirio. Y es que ya se sabe que es sospechoso que un pingüino adulto hable.
En la colonia la vida es complicada, pero la Sra.,  llámese C, siempre encuentra una solución. Cose en las ropas de sus niños el número al que corresponden y los acuesta por orden. Y si alguna vez sobra alguno, porque algún niño ajeno se ha colado en la colonia y ha sido dado por perdido por sus padres, pues la Sra., llámese D, le cose un número negativo y las cuentas siempre cuadran. Y es que aunque la Sra., llámese E, siempre quiso estudiar letras, este año ha sido propuesta para un Nobel, no por ser la madre más prolífica del mundo, sino por su capacidad innata para las matemáticas.

Yo, dícese X.

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