martes, 14 de mayo de 2013

El final del camino


Al verla ahí de pie, esperándolo, pensó que ese sería un lindo final de su relación. Sabía que los errores que cometieron los perseguirían siempre, que jamás podrían ser felices.
Se acercó a ella con respeto, casi con reverencia, mientras le dijo al odio “El destino nos ha llegado primero”.
Ella sonrió y al volver su mirada, él se percató de aquellas lágrimas que se vertían impunemente y que recorrían lamiendo sus mejillas.  Pronunció sólo dos simples palabras: “te amo”.
Al decirle te amo se hería a sí misma.
Él la miraba esperanzado, retomando las migajas de su vida juntos.
Al verlo, ella se sorprendió de su crueldad, se asesinó mil veces internamente y como producto le regaló una sonrisa. Esa endemoniada sonrisa, era como el cigarrillo de un condenado, aquel que sabe a un pedazo de cielo, a triunfo, a gloria, pero aquel mismo que esconde un terrible destino.
Él, ágrafo, no pudo leer en esa mirada. No pudo ver sino aquella sonrisa, aquellos ojos que siempre amó profundamente. No sintió cómo sobresalía la pistola de su gabán. Tampoco sintió el disparo, pero supo que ella lo hizo por amor.
No se dieron últimas palabras, lo habían dicho todo mucho tiempo atrás. Ella sostenía esa pistola con odio, él, en el suelo, se tapaba la herida con un profundo agradecimiento. Sólo el silencio misterioso conocerá siempre sus verdaderos sentimientos.

Juan Felipe Méndez

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