viernes, 12 de julio de 2013

La sala abovedada

La sala abovedada donde trabajo es lúgubre y silenciosa, sólo accesible a través de una interminable escalera descendente. Su único mobiliario son unas estanterías metálicas, con cajas de seguridad, dispuestas en ambos laterales, dibujando un estrecho pasillo…
Todo comenzó años atrás con aquel anuncio en un diario de la mañana: “Se precisa persona disciplinada, sin compromisos laborales ni familiares, para custodia documental 0330 LBT”. Lo de “0330 LBT” me llamó la atención… ¿Un nuevo dispositivo multimedia? ¿Quizás un código de vuelos low-cost?... Impregnada de curiosidad, envié mi curriculum. A los pocos días recibí una llamada telefónica. Una pausada voz varonil preguntó:
-      ¿Señorita Elvira Cuadrejón?
-      Sí, soy yo. ¿Qué desea? –respondí intrigada.
-      Ha sido elegida para el trabajo anunciado en El Rumor. Mañana, a las nueve en punto, un automóvil pasará a recogerla en el portal de su domicilio. Le rogamos discreción…
El lujoso coche negro con las lunas tintadas acudió puntual. Tras un dilatado recorrido el críptico conductor detuvo el vehículo frente a un vetusto edificio solitario. Sin mediar palabra alguna descendió del coche, abrió la puerta trasera y me invitó a bajar. A continuación me entregó un sobre cerrado mientras me señalaba una puerta secundaria, situada a la derecha de la entrada principal del edificio. El vehículo se alejó y desapareció de mi vista. En ese momento observé el texto que figuraba escrito en el frontal del sobre: “0330 LBT”…
Algo confundida y nerviosa encendí un cigarrillo y me acerqué hasta la puerta que me había señalado el chófer… Su aspecto era de abandono, con la madera enmohecida, pero la cerradura lucía resplandeciente. Abrí el sobre y extraje la llave alargada que había en su interior. Al ir a guardar el sobre en mi bolso ví que también contenía una cuartilla plegada en la que figuraba una lista de nombres propios masculinos, todos ellos diferentes, ordenados alfabéticamente… Abrí la cerradura sin dificultad y descendí por la escalera lentamente hasta esta sala abovedada, que desde ese día, ya muy lejano, se convirtió en mi lugar de trabajo…
Confieso que mi actividad laboral es extraña, sin contacto directo con los responsables  de mi contrato, pero muy bien remunerada… Los esporádicos visitantes que se adentran en la sala, tras identificarse debidamente con alguno de los nombres de la lista, se afanan en hacer múltiples anotaciones manuscritas… ¡Ah! Es que no os he comentado que “0330 LBT” hace referencia a las “33 LIBRETAS” depositadas y custodiadas por mí en esta recóndita sala…
No sé… Tengo el presentimiento que muy pronto alguien influyente me reclamará la llave, perderé mi empleo y esta sala abovedada permanecerá cerrada para siempre…


Robin Hood

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