jueves, 29 de agosto de 2013

Mirando al sol

Mi trabajo me hace muy feliz, me llena de alegría y gozo, debido a que es algo que pocos hacen y no muchos aprecian, pero en esta ciudad es único. Vivo en Gibson, una de las pocas ciudades que quedaron después de la última guerra, somos una potencia mundial si es que puede decirse considerando que la gran mayoría del resto del mundo esta compuestos por ruinas irradiadas y estepas contaminadas. Disculpen si el comentario les parece cínico, pero aquí uno tiene que aferrarse a su sentido del humor para que la situación no se lo arrebate sin avisar. Gibson es una ciudad que parece más un solo edificio que una aglomeración de ellos, eso se debe a que para ahorrar espacio nuestros padres fundadores construyeron hacia arriba y hacia abajo, debido a que el clima no era bueno para los costados…
Lo siento, creo que me ido por las ramas, uno suele perder su tren de pensamientos cuando es uno de los pocos seres vivos que puede ver el sol en una ciudad de 15 millones. Como decía, mi trabajo es un trabajo poco apreciado pero requerido, soy un técnico de los paneles solares que alimentan a parte de esta ciudad, los paneles que coronan la ciudad, o como la gente de mi barrio la llama, la “Torre de Acero”. Gracias a mi “heroico” sacrificio, los barrios superiores tienen acceso a electricidad constante así los grandes hombres y mujeres que dirigen desde lo alto pueden vivir como reyes, que a pesar de que las apariencias nos dicen exactamente lo contrario, mientras cagan desde arriba sobre nosotros, mientras que nosotros los sostenemos desde abajo…
Perdón una vez más, volví a salirme de tema, tal vez es la sobre-exposición al sol o el hecho de que estoy enfrente de tanta belleza, con los rayos del sol filtrándose a través de la contaminada atmosfera y reflejándose en los paneles cubriéndome a mí a mis colegas en luces tornasoladas. Yo me encargo de pulir los paneles y asegurarme de que estén bien sujetos para evitar que cualquier ráfaga de viento los saque volando. La última vez que paso algo así enviaron al pobre diablo que se olvidó de atornillarlo a buscarlo a las estepas exteriores. Nunca lo vimos de nuevo, dejo una familia atrás que ahora mantenemos entre todos los trabajadores. Pero aun con las cosas malas trato de disfrutar las buenas, ya que como dije solo yo y un puñado de gente vemos al sol elevarse a la mañana y descender a la noche, ni siquiera los pelmazos de los pisos superiores disfrutan de esto y saberlo me hace sentir bien…
Uno de mis camaradas se está acercando,  debo irme por ahora, creo que es mi turno de llevarle la pensión a la viuda de mi colega.
“¡Nat, ya voy, termino de ajustar esto e iré hacia allá!”.


Mario “Kuma” Mentasti

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