jueves, 26 de septiembre de 2013

Perder la cabeza

Perder una parte del cuerpo, ¡wow!, siempre me ha parecido bien difícil. Sobre todo porque la gente seguro comienza a mirar raro, y no falta el que termina excluyéndolo a uno de entrar a algún lugar o hasta los amigos, de pronto, ya no invitan a las fiestas y reuniones por esa razón.
En fin, que la preocupación me puede porque ayer C me dijo que perdió la cabeza por mí y yo digo, pero qué cosa más terrible, dónde habrá metido esa cabeza, qué calamidad. Yo, por lo menos, nunca perdería mi cabeza, eso sí que no, igual la tengo bien asegurada contra cualquier desborde emocional y todo eso, por si acaso, un seguro bien caro. Entonces no sé qué hacer, si ayudarle a C a encontrarla, pero es que tampoco es mi culpa y yo qué puedo hacer.
Lo más terrible de todo es que ayer N me comentó que disque C me ve y se le van los ojos, y yo digo, dios mío, pero cómo es eso, además también perdió la vista, pobre C, yo nunca pensé que eso pudiera pasarle a uno. La verdad es que yo me pregunto, ¿pero cómo será eso?, ¿se le van los ojos de la cabeza perdida o eso pasó antes de la pérdida? No lo sé, es muy angustiante.
Bueno, en fin, lo último que supe es que esto de perder las partes del cuerpo no tiene límites, porque ayer C me dijo que yo tengo su corazón y, ¡ay, dios mío!, vaya usted a saber dónde estará ese pobre, porque yo no lo vi nunca y no sé si fue que se me refundió con tanta cosa que hacer o qué fue lo que pasó, pero eso sí para qué se pone C a darle cosas a otro, uno también tiene que hacerse cargo de lo suyo, ¿no? Yo qué culpa, además ahí sí no hay vuelta de hoja, porque ayer pasó algo terrible y ya no soy responsable ni de mis propias partes. Ayer le dije a N: “soy tuyo”.


Tak Combative

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