miércoles, 9 de abril de 2014

La flor

Fue un bebé precioso, gordito y sonrosado, no dio ni una mala noche, comenzó a andar pronto y habló enseguidita. Su hermano quiso ahogarlo con un cojín, pero mamá lo paró a tiempo y le dio una buena paliza.
En el cole era el preferido de las profes, tan guapo, tan listo, tan bueno, tan aplicado. En el recreo no paraban de darle collejas, se la merecía todas por perfectito.
Con quince años medía casi 1,80 y estaba buenísimo, todas las del insti andaban por él y se ligó a Laura el pibón más pibón. Los de su pandilla se morían de envidia y pensaban que era un cabrón con mucha suerte.
Sacó las oposiciones a notarías a la primera con 27 años y el número Uno de su promoción. Los colegas no lo podían ni ver.
Se casó en la Colegiata. La novia era una abogada preciosa, de muy buena familia y con un futuro espectacular en un bufete de prestigio. Los amigos lo envidiaban sin tapujos.
Y os estaréis preguntando por la flor. La flor la traía de serie. El hijoputa había nacido con una flor en el culo.
De todas maneras su matrimonio duró poco y la pécora de su “ex” se encargó de deshacer el mito del supermacho. Largando ante quien quisiera oírla. Se lo contó a sus amigas que la envidiaban tanto, a los colegas del bufete que le tenían una tirria bárbara y hasta a la madre que lo parió (su ex suegra).
-Sí, sí  -decía muy cachas, muy guapete, muy notario, pero la verdad es que la tiene pequeña y no se le levanta.
Desde que pueden compadecerlo a todo el mundo le cae mucho mejor.


Crisbarco

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