viernes, 4 de julio de 2014

La consulta

El salón estaba abarrotado de personas,  busqué bien y al fin logré sentarme.  Hice todo lo posible por entablar conversación con el hombre a mi lado, pero este no dejaba de escribir.
Como siempre se escuchaba el llanto de los niños pequeños, el pleito de sus madres, las tentadoras ofertas de: maní, caramelos, galletitas, almanaques, periódicos… y lo fundamental; el murmullo de la mayoría porque no llamaban al primero de la lista. El sudor ya empezaba a correr por mi espalda. Necesitaba relajarme, en mi primera consulta con el médico Ermes debía estar calmado. Necesitaba que el hombre sentado a mi lado dejara de escribir y me atendiera:
—¿Conoce usted al Doctor Ermes?
Al parecer no me había escuchado.
—Hace falta que el médico no empiece colando a sus socios —continué insistiendo.
¡Lo logré! Él dejó de escribir y me miró, aunque sin hablar ¿De qué podría padecer? Por su cara no llegaba a treinta y cinco años. Pero eso no importaba, mi objetivo era relajarme, empecé con la crítica que venía preparando desde el primer día, cuando llegué al policlínico y lo encontré completamente lleno. Terminé criticando incluso al doctor Ermes, no lo conocía, pero seguro atendería primero a sus amigos…
De pronto fui interrumpido por el audio interno: “Al doctor Ermes, tiene la consulta  cuatro preparada”.
A mi lado quedó un espacio vacío.


El Piro

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