martes, 2 de septiembre de 2014

Déjate de historias

Son las tres de la mañana y pienso en dejarme de historias. Un olor pestilente sale de las alcantarillas. Dicen que es aviso de lluvias, pero no cae ni una gota. Me miro en un espejo quebrado que hay encima del contenedor de basura y veo mi rostro desfigurado. ¡Ese no soy yo!, exclamó llevándome las manos a la cabeza. Mañana es primavera y yo con estas pintas. Sigo caminando, con paso aminorado pensando en las judiadas que me han hecho a lo largo de estas dos semanas, el panadero del barrio, en el súper, hasta mi vieja vecina con sus tacones martilleando el suelo, y para postre en el trabajo. Nunca fui una persona de tres platos, y he tenido que comerme varios menús de comida basura.
     A la vieja solo fui a pedirle un poco de sal el día que fui a hacer lasaña y me ofreció su desazón. Me dijo que dejara de traer chicas a casa, que su hija me estaba esperando con los brazos abiertos. El panadero dejó de venderme el pan, todo porque le hacía ojitos a la hija de la vecina  que una cualquiera, la suya me había escrito cartas de amor, sobre unas cien, y se había gastado cien euros en sellos. ¿Cómo iba a pagarle su preocupación?, fue su coletazo. Y en el súper cuando se enteraron de todo, Juan el cajero dejó de hablarme hasta que me dijo que era un descarado. Había gastado una fortuna en velas para una de sus vírgenes pidiéndole que fuera su pareja, me quedé absorto. Me dijo que si lo llega a saber se hubiese gastado el dinero en dardos, porque hubiese sido una diana perfecta. Y para postre, ¡Ostras!, hasta el perro del quinto ladra más. El vecino del rellano cuando barre deposita los desechos en mi puerta, y el del primero ha montado una barbacoa en su terraza para ahumarme la ropa cuando la tiendo. Todo por los tres millones de euros que me tocaron en la lotería. Desde ese día las novias me salieron a porrillos, hasta el perro del sexto comenzó a hacerme fiestas al verme en el rellano. Esa desvergüenza vecinal acabó por dejarme tirado en el arcén sintiéndome un desgraciado. Han sido quince días satíricos, vueltos del revés al ver mi impasividad. Siempre fui el mismo, ¿por qué debo cambiar?. El dinero no debe cambiarme. Aunque pensándolo mejor, lo que haré será alzarme en venganza por todo lo que me han hecho pasar. Me camuflaré como la muerte, que viene sin avisar. Convertiré sus peores pesadillas en historias truculentas, pasaré a la acción, recompondré mi rostro y en cuanto salga el sol compraré los terrenos vacíos frente al súper, esos por lo que tanto se han manifestado en contra de una superficie lúdica y de negocios. Me voy a dejar de historias y les voy a hundir las suyas. Lo juro.

Edap

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